7 abr 2017

De hacer horas de cola por una barra de pan en la URSS al campeonato del mundo de boxeo con España

[Escrito en El Español]
“El Zar” Petr Petrov intentará este sábado en Manchester proclamarse campeón mundial del peso ligero (versión WBO). Se enfrenta al campeón Terry Flanagan, zurdo, imbatido en 32 combates y con cuatro defensas exitosas a sus espaldas. En caso de conseguirlo, Petrov, que tiene un récord de 38-4-2 (19), se convertirá en el decimotercer campeón mundial español, decimocuarto contando el título mundial femenino de María Jesús Rosa.

Tiene 34 años, de los que más de la mitad los ha pasado en nuestro país, al que emigró recién cumplidos los 16. Al poco tiempo de llegar, se afincó en Vallecas, el popular barrio madrileño donde Petia, como se le conoce, siempre se ha sentido uno más. Está casado con una española, y desde hace dos años tiene la nacionalidad. Su título mundial sería tan español como el que consiguió el popular José Legrá en 1968, también en territorio británico.

Más de 16 años después de su debut profesional, una victoria el sábado supondría la culminación de un sueño y asegurarse prácticamente de por vida su futuro. La vida y la carrera de Petrov no han sido fáciles. De las colas de dos horas en el frío de la Unión Soviética para conseguir una barra de pan, a su primer hogar en Madrid, una habitación sin ventanas que compartía con su madre en una pensión de Antón Martín, con dos baños compartidos para veinte habitaciones. “Luego, cuando vino mi hermano, pasamos a otra habitación. Éramos tres pero al menos ya sí teníamos ventana. Fue una época muy dura pero la recuerdo con mucho cariño. Para mí era conocer un mundo nuevo y la gente fue encantadora y nos ayudó mucho. Allí, pasé dos años, hasta que se vino también mi hermana y ya nos fuimos a Vallecas”.

De su padre, militar y abogado, judoka y corredor de maratones, heredó su pasión por el deporte y la vida sana. También le enseñó disciplina y a no abandonar nunca. De su madre le viene el coraje y el espíritu de lucha de quien, por dar un futuro mejor a sus hijos, es capaz de pasar de ser abogada en un despacho en Rusia a limpiar casas en Madrid. Es lo que ha hecho que Petr nunca haya tirado la toalla ni haya dejado nunca de entrenarse. Ni siquiera en los momentos más difíciles en los que, ante la falta de combates, para poder salir adelante tenía que compatibilizar sus sesiones con cualquier trabajo que le pudiera surgir: “He trabajado en todo lo que trabaja un emigrante para ganarse la vida, de conductor, en una pastelería, haciendo repartos en una jamonería, haciendo limpieza y también en discotecas por la noche, que es realmente lo que menos me gustaba porque un deportista por la noche lo que tiene que hacer es estar descansando. Pero nunca he dejado de entrenar”.

Este será su segundo intento de conseguir una corona mundial. El primero, en 2011, le llegó en las peores condiciones, sin casi tiempo de aviso, fuera de su mejor peso y ante uno de los más terribles pegadores de las últimas décadas,Marcos Maidana. Fue la peor noche de su vida, la noche en la que Petrovpensó que se despedía de este mundo en Argentina. Pero poco a poco, no sin tropiezos y altibajos, ha ido subiendo peldaños durante seis largos años hasta llegar a lo más alto de las clasificaciones mundiales. Para ello tuvo que hacer las maletas y buscarse la vida con dinero prestado en Estados Unidos, donde, en un duro proceso de selección natural, ha sido capaz de encadenar seis importantes triunfos consecutivos, la mayoría de ellos contra pronóstico, que le han llevado finalmente a la disputa del mundial.

UN NIÑO DE LA URSS

Petr nació en 1983 en Riazán, a 196 kilómetros de Moscú, en lo que era entonces la Unión Soviética. “De la URSS recuerdo los tiempos difíciles, los de hacer colas de dos horas para una barra de pan. Tiempos duros, pero para mí fue la mejor infancia que pude tener. Me crié en un pueblo y me pasaba el día en la calle, trabajábamos en el campo, nos íbamos a pescar y hacíamos lo que queríamos. Mi padre era judoka y corría maratones y siempre nos inculcó el deporte y la vida sana. Con ocho años me levantaba a correr con él 10 kilómetros y cuando yo no podía más me decía que tenía que seguir, que un hombre no puede parar. Mi padre fue muchos años militar y, junto a mi madre, nos dio una educación de la que estoy muy contento. Dura y justa, pero sin pasarse. Nos enseñó disciplina, respeto, trabajo, sacrificio. Siempre fue muy estricto, pero con conocimiento”.

Con tan solo ocho años se puso por primera vez unos guantes de boxeo. Su padre le enseñó judo y a Petia le encantaban las películas de Bruce Lee y de Van Damme. Con once, se lo empezó a tomar en serio y a entrenarse con regularidad. Empezó a competir en boxeo y en kick boxing y también practicaba la lucha militar rusa, parecida a las artes marciales mixtas (MMA), wushu sanda, y hasta exhibiciones con katana y con espadas. Entre boxeo y kick boxing disputaría más de un centenar de combates en el campo aficionado. Su hermano mayor y su hermana, que es un año menor que él, también compitieron en ambas disciplinas. Su sueño era llegar a los Juegos Olímpicos y de quien más aprendió fue de su último entrenador allí, Afanasy Kimininiko. “Él fue el que me enseñó el boxeo que me veis ahora en el ring. Seguimos hablando muy a menudo, me manda vídeos, ve mis combates, me corrige, me aconseja, me sigue ayudando. La mayor parte de lo que veis en mis combates son técnicas que aprendí de él”.

A ESPAÑA CON 16 AÑOS
La vida sonreía a los Petrov, hasta que en 1999 la nueva Rusia sufría una de sus más duras crisis económicas. “Mi madre perdió su trabajo y con lo de mi padre no nos alcanzaba. Los dos son abogados pero no salíamos adelante. Hubo un tiempo en que iban bien los negocios y vivíamos muy bien, pero ese año se fue todo al garete. Mi madre conocía a una vecina que se había ido a España y le proporcionaba trabajo de limpiadora. Iba a pasar de trabajar en un despacho como abogada a limpiar casas, pero mi madre es así".

Fue precisamente su madre la que, además de mandar el poco dinero que podía ahorrar a casa, empezó a preguntar por gimnasios de boxeo. Le recomendaron que visitara a Ricardo Sánchez Atocha. Sin saber aún español, con la ayuda de un traductor, fue a hablar con el entrenador y mánager al que enseñó varios vídeos de su hijo. “Ricardo nos ayudó a que yo llegara a Madrid y me pusiera a entrenar con él. Tenía 16 años y nos puso un sueldo para que pudiéramos pagar la pensión. Luego vendría mi hermano, que también hizo combates de profesional aquí, y poco más tarde mi hermana. Hice cuatro combates de amateur y un par de ellos de neoprofesional y con 17 años me propuso debutar de profesional. Mi sueño de ir a unos Juegos Olímpicos se acababa pero era la única opción”.

Fue esta una etapa con muchos altibajos. En ocasiones recibía un sueldo, en otras no podía ser y tenía que ganarse el sustento con diversos trabajos. De lo que guarda un recuerdo muy especial es de sus compañeros de equipo como Dennis Horning y de los campeones de Europa Silvio Olteanu, Juan Carlos Díaz Melero y Manolo Calvo. También de campeones mundiales. “Siempre le estaré agradecido a Javi Castillejo. He estado 12 años entrenándome con él todos los días, mañana y tarde. Solamente con verle entrenar ya aprendes. Con Maravilla Martínez hice también asaltos de guanteo. Como yo era más pequeño, él me cuidaba. Recuerdo la rapidez de sus manos, sobre todo de su jab, que no sabía cómo quitármelo”.

MORIR EN ARGENTINA
En 2011, casi de rebote, al “Zar” le surge la oportunidad de disputar el campeonato mundial del superligero de la WBA ante el temible pegador argentino “Chino” Maidana. “Me tocó bailar con la más fea en el peor momento. No era mi mejor peso pero me hubiera gustado disponer de un mes y medio para prepararme, hubiera sido otro combate bien distinto. Pero me llegó como sustituto. Y fue mala suerte. Yo llevaba dos semanas en cama por una lumbalgia, la única vez que he dejado de entrenar. Y el primer día que vuelvo al gimnasio, Ricardo me propone hacer el campeonato con Maidana. Quedaban dos semanas pero había que ir. Era una gran oportunidad aunque en el peor momento. Pero volvería a hacer lo mismo porque fue una gran experiencia”.

En Buenos Aires, en un ambiente realmente intimidante, Petrov cayó en el cuarto asalto ante el campeón argentino. “En el combate tal vez no se ve. Yo me levanto bien y no parezco muy castigado. Pero además de todo el peso que me sacaba, Maidana es un pegador tremendo. Esa noche, en el hotel, pasé la peor noche de mi vida. Pensaba que me moría en Argentina. Pensaba que tenía un derrame cerebral o algo. Tenía migrañas y vómitos y, de verdad, creía que me moría ahí mismo. Pero volvería hacerlo. Hice un mundial con un boxeador de élite y te das cuenta de que puedes competir y eso te refuerza mentalmente. Todo esto te hace mucho más fuerte y en el boxeo es más importante la fuerza mental que la física. Ahora siempre digo que después de pelear con Maidana ya todo me da lo mismo. Nadie me va a pegar más fuerte que él”.

ENCERRONA EN MONTENEGRO
“Con Ricardo Sánchez Atocha me sentía un poco estancado y decidí hablar con él sobre el plan que tenía sobre mi carrera, y vi que no tenía un futuro próximo. Siempre pienso que tengo unos años ya y el tiempo pasa muy rápido, y con Ricardo era esperar y esperar y me cansé de esperar. No puedo tener paciencia con eso. La promotora Guantes de Lobo me ofreció hacerme varios combates y traerme el campeonato de Europa a Madrid, al Palacio de los Deportes, que tenían medios para hacer eso. Me ofrecieron un sueldo, que yo entonces ya no tenía. Me había comprado un piso con mi mujer y estábamos hipotecados y en un mal momento económico", comenta.

Y prosigue: "El sueldo me permitía de nuevo volver a dedicarme solo al boxeo y me hablaban de unos proyectos muy grandes, pero que luego no se materializaron. Al final solo me enfrenté aquí a dos rivales de nivel regular y luego me ofrecen ir a Montenegro a enfrentarme al imbatido Dejan Zlaticanin, que después sería campeón mundial. Fue un combate que no se tendría que haber hecho. Era una encerrona, todo estaba preparado para que ganara él. Era un combate que yo no quería coger porque no le veía ningún sentido. Yo ya estaba bien clasificado y buscaba hacer el campeonato de Europa. No había nada que ganar porque, aparte, la bolsa no era buena. De los doce asaltos creo que gané nueve o diez claramente pero los jueces le dieron la victoria a él. Me pusieron unos guantes con un relleno increíble. Me los traje a España para enseñarlos. Eran como un almohadón y con eso era imposible hacer daño”.

SUEÑO AMERICANO
Tras lo de Montenegro, Petrov acabó contrato con su promotora y decidió no renovar. Con 30 años cumplidos, sin mánager, sin promotor y con una derrota en su último combate, el futuro pintaba oscuro. Es cuando decidió buscar su sueño americano. Petia empieza a escribir a todo el que conoce de allí en busca de una ayuda o de un contacto. Finalmente, una periodista rusa le propone viajar a Estados Unidos para participar en un Reality Show de boxeo y le proporciona el billete de avión. El programa televisivo acaba siendo un fiasco porque no consiguen venderlo a ningún canal, pero a Petia le ha servido para poder entrenar allí y conocer a distintos mánager y promotores.

“No tenía ni para vivir. Tuve que pedir dinero prestado a mis suegros para poder mantenerme. Les dije que me iba a Estados Unidos a buscarme la vida y que ya lo devolvería. Gracias a ellos pude vivir este sueño. Mi mujer siempre ha creído en mí y se quedó aquí trabajando y pagando la hipoteca. Estuve un mes y me ofrecí a varios promotores, pero entre la edad y que venía de una derrota, pensaban que yo era un viejo de capa caída. Thompson Promotions me ofreció un combate con un mes de aviso. Para hacerlo tenía que perder mi billete de vuelta pero merecía la pena. Era contra Mickey Bey, el protegido de Mayweather, una gran oportunidad. Me presentaron a mi entrenador, Danny Zamora, con el que trabajo desde entonces. Pero una semana antes me llamaron y me dijeron que no había pelea. Había perdido todo porque no me pagaron nada. Fue un bajón terrible, no tenía nada. Y justo cuando me volvía a Madrid, camino al aeropuerto, me llaman y me ofrecen participar en el Torneo Boxcino que organiza la ESPN.Se había caído un boxeador y me ofrecieron ser el remplazo. Me vine a Madrid a pasar las Navidades y en febrero estaba de vuelta para prepararme en Estados Unidos”.

El Torneo Boxcino, televisado por la ESPN, que empezó en febrero de 2014 fue, sin duda el gran punto de inflexión de la carrera del vallecano. “Yo sabía que llegué de relleno. El torneo estaba montado para que lo ganara el imbatido ruso Fedor Papazov. Pero yo le gané en la primera ronda. No se lo esperaban. La semifinal ante Chris Rudd fue increíble, en una reserva india en Dakota del Norte. Estábamos a 17 bajo cero. Allí no había nada, solo el casino y los indios, y yo venía de estar a 30 grados en California. En la final, en Nueva York, con el título norteamericano en juego, gané al pegador Fernando Carcamo y entonces todo el mundo me empezó a prestar atención.”

Dos brillantes triunfos más con el título en juego ante Marvin Quintero y Michael Pérez llevaron a Petrov a ser nombrado número uno en las listas de la WBA. No solo eso, además de las victorias, en Estados Unidos cuenta la manera en la que se consiguen y los combates de Petrov resultaron de una espectacularidad que reforzó su poder de mercado.

“Fueron seis meses seguidos en Estados Unidos y eso me permitió también hacer guantes y medirme con muy buenos boxeadores y con campeones del mundo. Te exiges al cien por cien, que es lo que me ha hecho mejorar. Pasé de no tener nada a llegar arriba. Se habla del sueño americano y de lo de la tierra de las oportunidades, y en mi caso fue así”.

OPORTUNIDAD EN MANCHESTER
Pese a ser el aspirante oficial al título del peso ligero de la WBA, la revancha entre Jorge Linares y Anthony Crolla iba a suponer casi un año de espera para Petrov. Por eso, cuando surgió la oportunidad de disputar el campeonato de la WBO en Manchester no se lo pensó. Ha estado dos meses de campamento en California, y la última semana de aclimatación en España con su entrenador Danny Zamora y con su hermano Vladimir, fundamental también en su preparación. Flanagan, de 27 años, está imbatido como profesional y hace ante el hispano-ruso su quinta defensa. Es alto y zurdo, mal cliente solo con eso. Además es un boxeador muy completo técnicamente, que destaca por la velocidad de sus combinaciones y el ritmo que le puede imprimir a sus combates, lo que le ha valido el apodo de “Turbo”.

Pero la cita le llega a Petrov en su mejor momento de madurez deportiva y con tiempo de preparación. “Cada vez me siento mejor y más fuerte. En América he noqueado a cuatro de mis seis rivales. Se nota el trabajo realizado. El ambiente en Manchester va a ser brutal, pero estoy deseando que llegue el día. Si en Argentina eran 7.000 los que me gritaban, aquí van a ser 20.000. Flanagan es un buen campeón pero nunca ha salido de allí, siempre en casa con rivales que le han traído, y yo he pasado muchas cosas. Yo sé que mentalmente más fuerte que yo no va a estar. Todos los días me imagino subido en la esquina del ring celebrando el triunfo, gritando y llorando con el cinturón. Es algo que visualizo todos los días".

Tras 17 años como profesional, Petia se encuentra a un solo paso del gran objetivo. Un duro y tortuoso camino en el que no ha estado solo. “He tenido la suerte de contar siempre con el apoyo de mi mujer. Todavía no tenemos niños. La conozco desde que ella tenía 16 años y yo 18. Estuvo en mi tercer combate profesional y ya llevo 44. Lo ha vivido todo conmigo. A ver quién aguanta eso. Siempre me ha apoyado, hasta en los momentos más duros, en los que no había ingresos. Jamás me ha dicho deja el boxeo y ponte a trabajar, porque ha creído en mí. Cuando me tengo que ir meses a Estados Unidos, ella lo sufre pero sabe por qué lo hago y su apoyo es fundamental”.

Petrov suele decir con orgullo que se siente vallecano pero sin renunciar a sus orígenes. “En 17 años solo he podido ir a Rusia tres veces. Tengo familia y allí vive mi padre, que no se vino con nosotros. Y quiero volver este año a Rusia, pero con el cinturón. Me encantaría ver a mi padre, a mis tíos, mis primos y a mi entrenador y poder enseñarles mi cinturón”

“Creo que aún me quedan cinco años buenos de boxeo y quiero centrarme solo en eso. En el futuro, no sé, tampoco me veo abriendo un gimnasio. Creo que me sacaré el título de traductor jurado de español y ruso, pero aún queda mucho para eso”.

Este sábado en Manchester, el Zar Petrov afronta ante Terry Flanagan su combate más importante. Sin duda será una dura batalla en territorio hostil. Doce asaltos de tres minutos en lo que buscará culminar el sueño que daría sentido a tan azarosa y sacrificada carrera.

6 abr 2017

Homenaje a Marvin Hagler

[Publicado en Espabox]
El 6 de abril de 1987, Marvin Hagler disputó el último combate de su carrera. Perdió su título WBC del peso medio ante Sugar Ray Leonard en decisión polémica por puntos.

Marvin Marvelous Hagler es, sin duda, uno de los mejores pesos medios de la historia, campeón unificado de la categoría durante siete años con doce defensas exitosas. Junto a Thomas Hearns, Roberto Durán y Ray Leonard, ocupó y llenó de gloria el abismal hueco que había dejado en el mundo del boxeo la retirada de Muhammad Ali. Hagler, que acabó su carrera con un impresionante récord de 62-3-2 con 52 nocauts, además, representa los valores del guerrero espartano, del púgil que llega a lo más alto tras el más cruel proceso de selección natural, del que conquista cada peldaño a pulso, sin concesiones, sin ayudas y sin privilegios. Todo lo contrario. Ya le vaticinó acertadamente el excampeón mundial Joe Frazier una carrera difícil y llena de trabas. "Tienes tres cosas en tu contra: eres negro, eres zurdo y eres bueno".

Hay boxeadores, como Ali o Robinson, que entienden el ring como un escenario al que el artista sube a exhibir su arte, como un poeta, un cantante o un bailarín. Para Hagler, el cuadrilátero es el altar de sacrificio, la arena del circo romano adonde salen los gladiadores a matar o morir. Su misión es destruir y demoler, como si a cada uno de sus rivales les tocara pagar por tantos momentos de privaciones, sufrimientos y sacrificios vividos en Newark, Brockton y Filadelfia.

DUROS INICIOS
Y es que desde que nació, Marvin supo lo que es vivir en el lado más desprotegido, en el de los desfavorecidos. Vio la luz por primera vez en Newark (Nueva Jersey) el 23 de mayo de 1954. Era el mayor de los seis hijos que tuvieron Robert Simms e Ida Mae Hagler. Marvin era todavía un niño cuando su padre abandona el hogar. Empezaba bien la historia.

En 1968, Newark, ciudad industrial,será portada en todos los periódicos. Será escenario de una de las más violentas revueltas raciales jamás vividas en los Estados Unidos. Durante tres días, los Hagler tienen que vivir prácticamente a gatas, tan aterrorizados que no son capaces de asomar su cuerpo por las ventanas. Fueron días de odio, violencia y sangre. Veintiséis personas murieron en los cruentos enfrentamientos entre los jóvenes negros y la policía. Los destrozos, que también afectaron el humilde hogar de la familia, incuantificables. Ida Mae decide cambiar de aires y llevarse a sus hijos a un lugar más tranquilo.

DEL ANDAMIO AL GIMNASIO DE LOS PETRONELLI
Los Hagler buscaron acomodo en Brockton (Massachusetts), una localidad famosa porque de allí procedía el celebérrimo campeón del mundo del peso pesado Rocky Marciano. Y allí fue donde el joven Marvin empezó a boxear. Apareció un buen día por el gimnasio de Goody y Pat Petronelli, dos entusiastas de origen italiano que incluso llegaron a ser amigos del gran Rocky. Los hermanos se fijaron en ese chavalín negro que lo observaba todo pero que no decía nada. Llevaba así tres días. Era tan tímido que no se atrevía ni a preguntar, pero su sueño era emular a su ídolo, Floyd Patterson. Tan solo era un chaval cuando, mirando al póster del campeón del mundo del pesado, Hagler se dirigió a su madre: "un día seré como él y te compraré una casa".

Los Petronelli le preguntaron si quería ser boxeador. No lo dudo. Desde ese día, Marvin siempre estuvo unido a la pareja de hermanos y nunca jamás les abandonó. Y eso que no eran poderosos ni influyentes sino dos modestos apasionados del boxeo que operaban localmente y que, aparte, tenían una empresa de construcción.

Hagler empezó a brillar como amateur. Por la mañana trabajaba en la empresa de construcción de los Petronelli, fajándose por los andamios, y por la tarde se entrenaba con ellos. Con camiseta, Marvin ganó 52 de 54 combates y obtuvo brillantemente el Torneo nacional de la Amateur Athletic Union.

En las paredes de su gimnasio había carteles que recordaban a los jóvenes boxeadores lo que debían hacer: "En caso de duda, jabea", "Cabeza abajo, manos arriba", "Recuerda, la clave es el trabajo", "Cuerpo en forma, mente en forma", "Entrénate hasta que te duela... y luego un poco más". Marvin Hagler, el obrero, el trabajador de la construcción, se educó en este ambiente de trabajo y sacrificio.

ASCENSO COMO PROFESIONAL
Pero a Marvin eso del boxeo amateur no le iba del todo: ” con los trofeos no se puede comprar comida”. Al poco tiempo, era el año 1973, decide debutar como profesional y derrota a Ted Ryan en dos asaltos. Y sigue unido a los hermanos Petronelli. Hagler se educó en un ambiente de segregación, de separación absoluta entre negros y blancos. Muchos de sus amigos le advertían: no te juntes con esos blancos, te chuparán la sangre, te robarán el dinero. Pero a él le daba igual, confiaba en la pareja de hermanos y con ellos se mantuvo. En estos primeros años, las bolsas eran muy pequeñas y los Petronelli no le cobraban porcentaje. Eran días de estrecheces, de viajar modestamente, de compartir los tres la misma habitación de hotel para ahorrar gastos.

Destacó por su gran capacidad de trabajo. En sus catorce años de profesional siempre dio el mismo peso. Sacrificado y disciplinado en el ring, Marvin era diestro natural pero prefería usar la guardia de zurdo. Su estilo no era de una excepcional brillantez o espectacularidad, pero terriblemente eficaz. Además, tenía coraje, determinación, y un encaje a prueba de bombas, posiblemente debido al insólito y sobresaliente grosor de su cráneo.

Hagler sigue ascendiendo. En 1974 obtiene su victoria más importante hasta el momento al derrotar al campeón olímpico Sugar Ray Seales. El mundo del boxeo empieza a ser consciente de la existencia de este peligroso contendiente.

APRENDIZAJE CON DERROTAS EN FILADELFIA
Pero al demoledor calvo no le es fácil buscar rivales y en ocasiones incluso tiene que ceder peso o actuar como forastero. Como las oportunidades escasean, los Petronelli deciden buscarse la vida boxeando en Filadelfia, la ciudad más dura, donde el boxeo es más auténtico y donde residen los más fieros y curtidos pesos medios del país. Y allí, Hagler conocerá la derrota por primera vez. Cobra una modesta bolsa de dos mil dólares y pierde por puntos ante Bobby “Boogaloo” Watts, aunque la prensa especializada, como la prestigiosa revista The Ring, considera ésta una decisión escandalosa e injusta y que fue Hagler el claro merecedor del triunfo.

Vienen mal dadas. Dos meses más tarde llegará la segunda derrota de Marvin. Esta vez justa, ante un magnífico profesional, típico boxeador de Filadelfia, Willie Monroe, al que apodan el Gusano. Es cierto que Hagler salió al ring debilitado por un proceso gripal, pero Monroe será el único boxeador que en sus catorce años de profesional gane a Hagler de una manera clara e indiscutible. Fue una dura lección en la que sufrió cortes y una profusa hemorragia nasal. “Desde el segundo asalto no podía respirar, pero he aprendido de Monroe y sigo siendo joven” dijo sin rubor.

La experiencia de Filadelfia va curtiendo a Hagler, que sigue creciendo como boxeador. Muchos rivales le evitan. Son los años en los que más sentido cobra la profecía que le hizo Joe Frazier. Hagler reinicia su ascensión y gana a los púgiles más duros del momento como Eugene Hart o el peligroso Bennie Briscoe. Incluso redime sus dos únicas derrotas: pulveriza en el combate de revancha a Bobby Watts en tan solo dos rounds y también se venga, en dos ocasiones, de Willie Monroe, con dos triunfos antes del límite. Era verdad que había aprendido.

Pero a Hagler, que no tiene el apoyo de un promotor fuerte y que sigue fiel a los Petronelli, sigue siendo el apestado de la categoría. Don King organiza un fraudulento torneo para encontrar el rey del peso medio e injustamente deja fuera a Marvin. Los hermanos ya no saben ni que hacer. Deciden buscar la ayuda de los políticos de Massachusetts para que hagan fuerza. Uno de los que prestó su apoyo al boxeador fue el senador Edward Kennnedy. Hagler había ganado sus veinte últimos combates y pedía una oportunidad a gritos.

EL ROBO ANTE ANTUOFERMO
La espera parecía interminable pero, finalmente, tras seis años de profesional, tras 50 combates en el boxeo de pago, Hagler va a disputar el título del mundo del peso medio. El campeón es el duro italoamericano Vito Antuofermo. Es el 30 de noviembre de 1979. Hagler no hace un gran combate pero, aún así, es claro merecedor de la victoria. Sin embargo, los jueces de las Vegas darán el resultado de Combate Nulo ante la sorpresa del público y hasta del árbitro Mills Lane que ya se decidía a levantarle la mano a Hagler. De manera injusta, Antuofermo se llevaba de nuevo a casa el cinturón, eso sí, junto con 25 puntos de sutura. Antes del combate, Hagler había prometido a su novia, Bertha, que si ganaba a Antuofermo se casaría con ella. Y a pesar de que los jueces dieran empate, Hagler tenía tan claro que el vencedor había sido él que no dudó en casarse de inmediato. "Al menos he ganado una mujer".

Todos estos varapalos siguen curtiendo el carácter de Hagler, que tiene que volver a espera una nueva oportunidad. Antuofermo le niega una merecida revancha y prefiere defender el título ante el británico Alan Minter. Y Hagler sigue haciendo cola.

GLORIA BAJO UNA LLUVIA DE OBJETOS EN WEMBLEY
Tras un año de espera, el nuevo campeón, el inglés Alan Minter, se ve obligado a defender su título ante Hagler. Será en Londres, el 27 de septiembre de 1980, y el combate se verá marcado por unas desafortunadas declaraciones del británico: "No voy a dejar que un negro me quite el cinturón". Estas manifestaciones racistas atrajeron a muchos hooligans que, ajenos al mundo del boxeo, se acercaron a Wembley para crear un aterrador ambiente ultranacionalista y racista. El recibimiento que le hicieron a Hagler fue inenarrable. Pero Marvin no es de los que se asusta. Peor lo pasó de niño durante las revueltas de Newark. En el tercer asalto, Alan Minter está cortado y el árbitro, Carlos Berrocal, decide parar el combate y otorgarle la victoria a Hagler. Por fin se proclama campeón del mundo, la espera ha sido larga pero ha merecido la pena. Su sueño, el que da sentido a toda su espera y a los malos momentos, ya se ha cumplido. Hagler se arrodilla para festejar su triunfo, para disfrutar de tan dulce y ansiada conquista. Pero el destino le niega hasta ese momento tan único y especial. En Wembley solo se escuchan gritos e insultos y sobre el ring empiezan a llover botellas, vasos, monedas y demás objetos contundentes. Históricas son las imágenes en las que se ve como el nuevo campeón no puede celebrar su triunfo y como los hermanos Petronelli se abalanzan sobre él, que está tumbado en el suelo, para cubrirle y protegerle de tan inefable diluvio.

Pero con el título empezó a llegar el reconocimiento y las buenas bolsas. Incluso, como campeón, mejoró notablemente su boxeo. Derrotó a Fulgencio Obelmejías, noqueó a Vito Antuofermo, al que Hagler le concedió la oportunidad que el italoamericano le negó a él. También a Mustapha Hamsho, a Caveman Lee y al argentino Juan Domingo “Martillo” Roldán, entre otros. Es en esta época en la que, harto de que los comentaristas de la ABC no se refirieran a él como Marvelous, el apodo que le gustaba, decide cambiar legalmente su nombre de Marvin Nathaniel Hagler al ya inmortal Marvin Marvelous Hagler.

LA GUERRA CON HEARNS
Como campeón se mostraba contundente e indestructible. Se impuso al legendario Roberto Durán y luego protagonizo uno de los combates más espectaculares y explosivos de la historia ante Tommy Hearns. Fue un duelo de superestrellas, de dos temibles pegadores que intercambiaron cuero en las trincheras de una manera feroz. El primer asalto está considerado como el mejor primer round de la historia del boxeo. Y en el tercero, Hagler, que está cortado y que sabe que en breve le van a parar el combate, consigue noquear definitivamente a Thomas Hearns en un combate inolvidable.

Tras vencer a la Cobra de Detroit, Marvin gana una popularidad que hasta entonces no había tenido, a la vez que un respeto y un reconocimiento ya unánime. Por fin tiene algo incluso más importante que el título, algo que hasta entonces se le había negado.

RIVALIDAD CON SUGAR RAY LEONARD
Pero es entonces, cuando el niño bueno del boxeo, el adorado Sugar Ray Leonard sale de su retiro para enfrentarse a Hagler por el título. De nuevo, todas las miradas se centran en el popularísimo Leonard. La carrera del segundo Sugar Ray ha sido muy distinta a la de Hagler. Además de su impresionante talento y de su indiscutible calidad, Leonard siempre recibió ayudas y apoyo. Vale un ejemplo: en 1977 los dos boxeadores aparecieron en una misma velada en Hartford. Hagler hacía su trigésimo sexto combate profesional mientras que para Leonard era su tercero sin camiseta. Marvin cobró mil quinientos dólares, Leonard cobró cuarenta mil. Mientras Marvelous en sus comienzos boxeaba por bolsas pequeñas y completaba sus ingresos trabajando en el andamio, Sugar Ray, campeón olímpico, recibía grandes cantidades y todo tipo de beneficios.

El sueño de Hagler era superar el record de catorce defensas del título del peso medio que tenía el argentino Carlos Monzón. Pero no puede rechazar 'el combate del siglo' con cifras mareantes,el duelo ante Sugar Ray Leonard, que llevaba tres años retirado del boxeo. Hagler se llevaría la parte más grande del pastel, unos 20 millones de dólares. Eso sí, Leonard impondría sus preferencias: combate a doce asaltos en vez de a quince, guantes de diez onzas y un ring grande.

El seis de abril de 1987, en las Vegas se enfrentan las dos superestrellas del boxeo. Eran años de oscuridad en el peso pesado y todas las miradas se centraban en estos dos colosos del ring. El combate fue igualado, entre dos púgiles de estilos diferentes. Pudo ganar cualquiera. Quizá Leonard fue más listo y supo boxear para los jueces, con sus combinaciones vistosas y efectistas al final de cada asalto. Otros muchos creen que el merecedor de la victoria fue Hagler. Han pasado treinta años y el resultado se sigue discutiendo. Los jueces de Las Vegas, en decisión dividida, otorgaron el triunfo a Sugar Ray Leonard.

UN CALVO SONRIENTE
Era su defensa número trece, número fatídico, y Hagler se quedó sin título. Enfadado y contrariado, se niega a aceptar la victoria de Sugar Ray, echa las culpas a los jueces de Las Vegas. Busca a toda costa la revancha, pero Leonard ya había anunciado que colgaría los guantes después del combate. Cansado de esperar, Marvin Marvelous Hagler decide acabar con su carrera como boxeador. Se retira. Finito. Al principio parece un mero berrinche y que, como suele ser habitual en el boxeo, al poco tiempo volverá a los cuadriláteros. Pero Hagler fue fiel a su palabra y nunca más volvió a boxear, a pesar de las multimillonarias ofertas que recibió para volver a calzarse los guantes. Años más tarde, Leonard que de nuevo regresó a los cuadriláteros, propuso la posibilidad de enfrentarse de nuevo. Ya era tarde. Si Hagler dice que se retira es que se retira.

Fueron años duros para Hagler. Que se refieran a él como excampeón le hace más daño que el más duro golpe recibido en el ring. Se divorcia y parece no acabar de encontrar un hueco fuera de los cuadriláteros. Hasta que decide emigrar a Italia, a Milán, donde le reciben como un auténtico ídolo y donde empieza su carrera como actor. Deja de ser el tipo de mirada fría y aterradora. Ya no es el hombre resentido y enfadado de aspecto feroz. Ya no busca intimidar a quien tiene enfrente. Ahora, Hagler aparece como un amable y popular personaje, atento, simpático, hablador y con una enorme sonrisa, siempre bajo su brillante e inconfundible calva. Es feliz y disfruta participando en charlas, cenas y homenajes. Y su cara se ilumina de una manera especial cuando, tras firmar un autógrafo o hacerse una foto con algún admirador, le despiden con un: "Marvin, para mí también tú le ganaste a Sugar Ray".